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Dolores Veintimilla, símbolo del feminismo en Ecuador

  • domenicaandaluz2
  • 11 mar 2019
  • 2 Min. de lectura

Hablemos de dolores. De mujeres y no sólo de fechas. En marzo, el mundo conmemora una lucha continúa contra la opresión. Ecuador acurruca entre sus brazos a varias heroínas que forman parte de esta lucha. Son precursoras de la equidad de género que, con el pasar del tiempo, parecen ser relegadas en algún rincón de nuestra historia. Pese a todo, es imposible ver la historia sin estos importantes eslabones.

Para entender quienes realmente fueron estos personajes y lo que hicieron a lo largo de su vida, hemos decidido compartir curiosos datos biográficos de una mujer ecuatoriana, símbolo del feminismo.





Ilustración extraída de: El Comercio

Dolores Veintimilla fue una escritora quiteña, amante de la poesía, nacida en 1829. Mujer que a través de sus poemas hacía afrentas a la iglesia, a los prejuicios sociales y a la esclavitud. Contrajo matrimonio con

Sixto Galindo a muy temprana edad. Poco después viajaron a Cuenca. Fue víctima de un sin número de abusos y críticas por parte de la sociedad y de su propio esposo . Sus comportamientos eran “reprobables” para la época, sobretodo las tertulias que hacía. Pasaba incontables horas con escritores afines a su amor por el arte.

El 20 de abril de 1857 fusilaron al indígena Tiburcio Lucero acusado de parricidio en la plaza San Francisco de Cuenca. Razón por la cual, escribió “Necrológica” en la que reflejaba su opinión en contra la pena de muerte y pedía misericordia a Dios “Un gran todo” en sus palabras, por una sociedad más justa y civilizada. Aquello le valió la respuesta mordaz de un canónico, Ignacio Marchán. El hombre se burló de sus pensamientos, de igual forma, desvalorizó sus creencias con la hoja de “Una graciosa Necrológica” que circuló por los barrios de Cuenca el 5 de Mayo. Su esposo la traicionó numerosas veces lo cual le provocó varios episodios depresivos.

Finalmente, Dolores se suicidó persuadida por la presión y la soledad. Pocos son los poemas que todavía viven como legado ya que ella decidió incinerarlos. Sin embargo, se aprecia la necesidad descomunal de ser escuchada, su firme opinión en pro de los derechos de las mujeres y la energía de una lucha que ahora comienza a resonar.

(fragmento de a mis enemigos)

No dan respeto la mujer, la esposa,

La madre amante a vuestra lengua vil...

Me marcáis con el sello de la impura...

¡Ay! nada! nada! respetáis en mí!

 
 
 

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