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RESEÑA: BELDACA

  • Foto del escritor: Arte !Oh currantes
    Arte !Oh currantes
  • 3 abr 2019
  • 3 Min. de lectura

Por: Ronaldo Grijalva

Alfredo Pareja Diezcanseco es uno de los representantes del Grupo de Guayaquil. Conformación que a inicios del siglo XX utilizó la escritura como un arma de protesta a la situación que aquejaba al Ecuador de aquel entonces. Actitud que para la época era revolucionaria, en un Ecuador marcado por la inestabilidad política, el surgimiento de partidos de izquierda, y una nueva ola de protestas por la reivindicación de los diferentes escenarios nacionales. Entre las obras literarias de la época se puede encontrar Huasipungo, que evidenciaba las injusticias cometidos a los indígenas en las haciendas serranas. En Guayaquil, con representantes como Diez-Canseco, De la Cuadra, Aguilera Malta o Humberto salvador, se empezó a pensar a la literatura como forma de evidenciar los conflictos de injusticia en los sectores urbanos, menos tratados por la corriente realista.


Diez-canseco era un intelectual proveniente de una familia aristocrática, que tenía entre sus miembros dos expresidentes del Perú, y un candidato al premio nobel de literatura. Una de las características que siempre le han sido alabadas es la facultad de haberse separado de las nociones oligarcas de su país, y poner toda su dedicación en la literatura reivindicativa. A pesar de sus orígenes, comprometerse con las causas sociales. Fue un escritor reconocido a nivel internacional. Mantenía correspondencia con escritores de la talla de Toynbee. Era reconocido como un referente de la nueva novela latinoamericana.


Su obra Beldaca fue escrita en 1934. Se contextualiza en una Santa Elena marcada por la exportación de sal. Su protagonista se inmiscuye en las coyunturas de la época, haciendo de la novela un paseo histórico por el Guayaquil de finales del siglo XIX e inicios del XX.

La obra nos cuenta la historia de Jesús Parrales. Un cholo nacido en la Pampa, Santa Elena. Su padre era un secador de sal que cayó preso el día en que Jesús nació. Fue injustamente apresado por un asalto. Su madre era una mulata vendedora de sandías. Desde su infancia mantuvo un gusto injustificado por las balandras, y había convertido en su sueño hacerse con una. La obra deambula entre las costumbres de los habitantes de la zona. Roza su vulgaridad, su fervor religioso, los abusos mismos de los párrocos, la forma en que hacen el amor. Jesús se escapa de casa en su juventud, para trabajar como marinero en una balandra llamada Beldaca. La balandra se quema durante una batalla en Guayaquil, dónde Jesús se encuentra frente a frente con Eloy Alfaro. Huye para trabajar en una balandra que traficaba fruta desde el Perú. A través de estos viajes pasan los años, y Jesús envejece. Gana experiencia. Sobrevive al incendio de Guayaquil en el año 1986. Regresa a la Pampa, a la misma casa donde nació. Se casa con una mujer de la zona. Tiene hijos, nietos, se compra una balandra pidiendo un préstamo al hombre más acaudalado de la zona, viejo conocido de sus épocas en Guayaquil. Bautiza a esta balandra con el nombre de Beldaca.


La obra se hunde en el trasfondo de una vida que pone en crisis la moral de la época. Está llena de abusos que provoca la más sensible indignación. Jesús es un personaje inteligente y hábil, limitado por la esencia misma de las injusticias de la época. Diez-Canseco busca llegar al público a través de una narrativa delicada, que enfoca las emociones de Jesús, transmite las nostalgias latentes hasta en el ser más minoritario. Lo presenta como un humano con sus intereses y sus pasiones. Es una obra social que analiza a Santa Elena, le da rostro, no el de las grandes empresas petroleras, ni mucho menos el de Guayaquileño promedio, sino el del cholo sin voz, cuya historia nadie se había atrevido a contar.

 
 
 

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